Los vecinos vienen tocan y se van cuando abro y les contesto que es verdad. Pero me gusta, es agradable; tenían años sin visitarnos.
¿Dónde está? Me preguntan los que no me creen y pasan la puerta y te llaman a gritos; por las escaleras sólo baja una niñita traviesa a quien le dicen eco. Mueven la cabeza y salen rápido. Eco regresa a su esquina de siempre: la has castigado de por vida.
“Está indispuesta” les digo cuando piden verte. Y los que se cuelan (que en realidad sólo ha sido uno) se van rápido cuando te ven. No hagas caso de sus caras ni sus palabras, ellos no entienden. Y no hace falta.
Hace frío, te ves pálida, no, no te levantes: cerraré la puerta, también la tapa. El café ya está hecho. Y como no hay nadie más que tú y yo, repite después de mí “Ruega por ella, ruega por ella”
Aldo Rosales
Ruy Sánchez |
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