I
A mi izquierda escuchó tu nocturno.
Mis nervios se agusanan, se quiebran en
orgánica oscuridad. Nunca, tanto como
hoy, la tierra nos sembró distancia entre
las manos.
De la tierra nacen cruces cual si fueran
flores, también a los lados de las vías del
tren: no las mueve el viento, no las
quiebra el agua. Aquí las cuida un ángel
quieto, las cosecha por las noches y se las
pone de corona al viento.
Y sobre mi cara, encima de mis ojos
ciegos de ataúd y tierra, una flor graba mi
nombre en el silencio de la noche. No me
sueltes la mano, que está por
amanecerles allá arriba.
Fabián Velázquez
velazquez00fab@gmail.com
Ixchel Rivera Bribiesca |
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