Auséntate.
Camino inverosímil por una tierra de hubieras donde intento revivirte. Tu cuerpo es la agonía que me habita. En vano la plegaria a tu memoria.
Auséntame.
En mi piel crecen desiertos, en mi pecho yacen tus ojos y en mi cintura se descompone la sombra de tus manos. Mi hedor es de dolor ajeno.
Auséntate. Auséntame. Auséntanos, respeta la memoria de lo cierto y vete donde este aguijón de lenguas no pueda alcanzarte, llévate mi cama de astillas para que atestigüe el insomnio, déjame como promesa el silencio. A ambos nos sentenciará la misma noche, nos despojará de la ceguera y nos quemaremos al vernos tan lejanos pero reales, fracturados, cínicamente distintos, recíprocamente distantes, necesariamente ajenos, desconocidos...
Samantha Vargas Santiago
mkinetic, flickr.com/photos/m_kinetic/ |
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