domingo, 19 de diciembre de 2010

Domingo viejo


Extraño las noches en que bebíamos leche y vino
con cerezas y muerte

En que tus piernas moribundas eran abrigo de gorriones extintos
Y tus labios (flor de la mugre) sabían a polen de las abejas viejas

Extraño tus mentiras que median el largo pensamiento de un difunto
Los mares que descifraban todas las vocales

El ocaso de los párpados que prefieren quedarse despiertos porque el valium no sirve de nada

Te extraño con los caireles semi húmedos y la caja de cerillos vacía

Cuándo decías: hoy hay huesos en la nevera y sólo el frío azotaba mis temblores
Extraño los viernes en que la música era un momento en que besabas el polvo del recuerdo en que niña y horizonte eran lo mismo que una eyaculación precoz

Tan mínima que preferías morir cada tarde para amanecer con la resaca de cada domingo viejo

Por eso tu vómito era un acorde ligero de jilguero ronco que anunciaba la luz

Extraño la urticaria de tu cuello y el silencio de mi mano muerta

Cuando tocaba la sonata del desvelo en los muslos de una difunta mañana.




Arturo Sodoma

2 comentarios:

Anónimo dijo...

ese arturo es un mamón pero escribe bien el gordito

Anónimo dijo...

¿Bien?. no encuentro algo cautivador para los sentidos en esto.