viernes, 12 de noviembre de 2010

PROXIMA ESTACIÓN

Estás en el suelo, tu cabeza esta llena de raíces, lápiz afilado en tu mano izquierda, el cielo te cubre, un tenedor desechable se aproxima a tu boca, carne amada, sabor a muerte con cada bip de metrónomo vibrando en tus oídos, cubierto roto, resistencia que pones para abolir tu muerte. Yo penetro en el umbral de tu vientre infértil camino al desierto de asfalto inmarcesible, en el lejano murmullo del eco de tus labios, donde el escarabajo seco copula con el apéndice abierto, y el sonido del motor de los automóviles es una sinfonía de Mahler, y la incandescencia del cigarro cae sobre tus ojos, y los colores son solo rojos y azules. Penetro donde los grillos recitan poesía, y el zumbido del zancudo ya no te molesta, y tu rostro lívido alcanza un aire de grandeza, y destruyes a Dios, mientras el viento roza tu frente y se lleva tus células muertas, y piensas en el amor, y quieres llorar todo el licor que has ingerido; y tus pestañas hierven en el caldo de tu cena, y ya no puedes dormir hasta la muerte; y tragas saliva imaginando que será la última vez que te sientes una mierda, y recuerdas que no le has preguntado a un ciego cómo son sus sueños;  y el oxígeno del planeta ya no te alcanza, y las luces se apagan lentamente como un ocaso, y sólo tienes la certeza de que te estorba el recuerdo. Olor a humedad, desierto de tierra, siluetas calcinándose donde todo lo que queda es noche, lenguas atadas, beso sonoro, vida que se escapa en forma de rocío por los ojos lacerados observándote de lejos... conmigo.  Mi corazón desciende a mi estómago y éste lo digiere, el suelo se mueve, no esperaré que mi carne se pudra, bajaré en la próxima estación.        
Francisco Pérez

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