¿Y por qué deberías desear mi alma
en tu cama?
Me dice palabras líquidas, deliciosas, ásperas
obscenas, porque eso era lo que nos gustaba.
Pero no le mentí gozo del placer de la lascivia
Y no omito que el alma está además, buscando
a aquel otro. Y te repito: ¿por qué deberías
desear mi alma en tu cama?
Alégrate de la memoria que hay en los coitos y los aciertos.
O tiéntame de nuevo. Oblígame.
Hilda Hilst (Sao Paulo, 1930) traducción Alberto Trejo
Do desejo; 2007, Sao Paulo, Editorial Globo. P 25
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