viernes, 14 de diciembre de 2012

Gemelos



Me encuentro con el Mundo,

no vivo en él.

 

Me dice que le duelen las personas,

yo le confío que me dan impotencia:

más nos acompañamos.

 

Esgrime que cada enojo nuestro

es un alfiler atravesándole el ombligo,

desgranándolo.

 

Somos ignorantes, le digo, insensatos también

y además necesitamos guía.

“No, sólo es tiempo”, defiende.

 

Y luego la indiferencia: ése no sentir al otro

o sentirlo tajado de uno ahogado de todo;

línea sin paralelo que anda expósita

y prefiere la cerrazón como morada,

ciega a voluntad.

 

El otro dejó de ser nosotros.

Humano ser, sin ser humano.

Huelga del sentido fraterno,

déficit para reconocerte en el otro, espejo de papel;

bancarrota de sentir el Todo como propio,

faltándote en la bolsa del pantalón…

 

Se siente caído desde adentro,

como no funcionándole la vida,

arrastrada por estas partes que no se responden,

que no se buscan, asincrónicos a una misma función,

la de concatenar esta inmensidad que se desborda hacia dentro,

hacia sí misma: nosotros.

 

Qué se siente ser síntoma. No tuve respuesta.

Cuando produces enfermedad en otra parte,

nunca hay aliento, sólo lamento:

más nos acompañamos.

 

Este nicho de soles apela a que volteemos

hacia este parentesco que nos sutura hebra por hebra,

dermis por dermis, hasta dejarnos gemelos.

 

Sabernos todo en Uno,

no la unidad en sí misma,

a riesgo de soledades.

 

Alfonso Navarrete

 

"Monstruo de sangre" de Magdalena Gárate

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