miércoles, 8 de febrero de 2012

Macho Cabrío

Llevo media hora esperando en este salón; me asignaron este reportaje en mi primera semana en la revista “tauromaquia”: una entrevista al gran Esteban Guijares “Macho Cabrío” El aire huele a tabaco mal quemado y humedad; los ceniceros llenos y las paredes manchadas refrendan el aroma. Por fin llega en su silla de ruedas, con una frazada sobre las piernas y una bufanda roja. Lo trae su esposa.

-Pues
Dice Esteban “macho cabrío” Guijares luego de unas cuantas chupadas de naufrago a su pipa
-es un arte difícil. Se empieza como mozo de estoque o mulillero.

Apunto poco. Me fijo en sus movimientos firmes y aun así delicados y caballerosos, sobre eso quiero escribir mi crónica, así quiero que empiece, hablando de sus manos.

Me muestra un álbum de fotos igual de húmedo y oloroso que el cuarto, lo ha sacado de la vitrina donde cinco focos más uno fundido rodean su traje de luces colgado con alfileres sobre una pared de corcho. Ahí está con el gobernador, saliendo en hombros de la plaza, dando una pasada al enorme toro. Su esposa trae una charola con jamón serrano y vino, una escudilla con aceitunas y queso en cubos. Le sonrío y me sonríe. Él pica el queso y las aceitunas con gracia y oficio. Qué gracia y qué mujer. Más joven que él, hermosa.

-Pero sobre todo, se trataba de valor y de honor.
Sus labios van al vino, luego a la pipa
-¿Qué? ¿El toro?
Bebe más vino y hace una estocada limpia en el jamón serrano
- ¿el toro?
Su carcajada ahogada de vino es escandalosa. Allá afuera el sol le mete calorcito al cuarto.

En una esquina hay una foto de él mirando a los areneros preparando todo para la corrida.

-No dan miedo las cornadas
Le mete lumbre al montoncillo de tabaco en la pipa
-Da miedo lo que quitan.
Se levanta de la silla de ruedas y camina hacia el traje tambaleándose: está totalmente ebrio. Me habían dicho que era inválido.
-Sabe que la cornada me dio en la pelvis ¿no? Y todos dijeron que había quedado cojo, tullido.
Se empuja más vino en la boca y vuelve a la pipa.
- No me destrozó las piernas, es más, eso hubiera preferido.

Está llorando.

-¿Lo está mirando verdad?

“El macho” me habla sin voltear, viendo su traje de luces
- Es lógico, una hembra con tanto fuego y con alguien como yo… lárguese, ya tiene su crónica, ¡al coño le digo!
Su saliva embarra la vitrina. Sí, su mujer me sonríe desde la cocina. A “Macho cabrío” apenas si le queda el nombre, yo también diría que estoy inválido. Qué estoicismo, qué empuje y qué mujer, un total desperdicio.

Esteban Ruiz


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