miércoles, 11 de abril de 2012

Los pasos que me llevan lejos…

En Memoria de Alexander Supertramp
Caminé horas seguidas. Sobre el asfalto fueron cayendo una por una las cosas que quería llevar conmigo, todo aquello que necesitaba y lo que no. Mis diarios, el álbum fotográfico, mis discos, el par de maletas, al final…mis libros.
Un fantasma no lee, no escucha, no escribe.
 La tarde me cayó de golpe al llegar a la carretera, las luces en movimiento abajo, en la ciudad me coqueteaban ¡Regresa! ¡Regresa!- casi las escuchaba gritar-
No, esta vez ni el repique de las campanas podría convencerme. El rocío que adornaba las telarañas entre los pastizales me parecía mucho más seductor.
 Estos son los pasos que me llevan lejos.
Lejos de todo lo que creí ser yo. El diploma que jamás colgó mi madre sobre la pared, aquella fotografía amarillenta que guardaba mi padre en su cajón, la hija, la hermana, la mujer, la trabajadora, la compañera, la vecina, la mujer de los libros que leía mientras tomaba café, ella, esa, la infeliz, la gris, la hipócrita, la inexistente…
Me oculté entre las hierbas de los traileros y automovilistas que de repente pasaban ausentes de todo. El paisaje comenzó a cambiar drásticamente al llegar el alba.
Los matices rosados de las nubes, los rayos de sol pálidos y dorados que intentaban cruzar la niebla azul que abrazaba a los campos. Y mis pies seguían caminando, lentamente, lejos, más lejos, hasta llegar a la cima de aquella montaña.
Y miré al águila que volaba sobre el cielo gris puesto que hoy, a pesar del esfuerzo del sol,  sería un día lluvioso. Miré hacia abajo, entre la hojarasca esparcida por el viento, entre la línea artificialmente suntuosa en que se había convertido la carretera, entre los recuerdos ahogados en los charcos, entre las palabras que devoraron las hormigas, entre la vida misma…y estando perdida entre todo lo demás, por fin me encontré.
Allí yacía yo, en aquel pequeño estanque, con los brazos abiertos, con el cabello revuelto, con los ojos abiertos-morbosamente abiertos- y la sonrisa en los labios.
Ahora recuerdo por qué dejé caer todo en el camino: a donde mis pasos me llevaron nada, a excepción de mí, es necesario…
Paola Klug


Camino de Tanya Fraustro

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