miércoles, 11 de abril de 2012

Antígona en la carretera

El arcén de la carretera está reseco, cubierto del polvo que los sucesivos automóviles van dejando a su paso. El verano en esas latitudes sureñas es un viento ominoso, que viene del desierto.

Por eso camina tan despacio, aunque ya no tiene prisa para nada.

Lleva un sombrero ridículo que la cubre  y que parece comprado en una sombrerería de hace décadas, y como anacronismo, tacones. Sin embargo el vestido en tono oscuro, es ligero y al menos no deja que el sol se cebe como serpiente enroscándose en su cuerpo.

Si alguien la preguntara, sabría que lleva tacones porque no tuvo tiempo de cambiarse de zapatos cuando llegó la balacera, cinco minutos antes de la fiesta.

Entraron los hombres a caballo en el rancho y dispararon a todo lo que se movía. Sin tiempo para explicar: su mamá tan arreglada cayó boca arriba, los ojos abiertos, desconcertados, el collar saltado por los aires, perdido entre sillones agujereados, sus hermanos, de espaldas, sorprendidos en el living-bar, botellas rotas por las estampidas, derramadas entre las piernas encogidas, los invitados en las posiciones más absurdas; parecían lagartos, pensó, y él, el Carapintada, el patriarca de la barba canosa, en su habitación, arreglado y compuesto para el baile, en un charco oscuro y pegajoso, entre el armario de espejos y el vestidor de antigua madera.
Foto de Ruy Sánchez

Ella no. Ella andaba atrás, en la zona del jardín interior, con Juancho, el hijo de las Marianas,  el guapo que la seguía a la hora de la ronda y al que hoy iban a anunciar que estaba prometida. Pero Juancho salió al oír el alboroto de la umbría y no lo vio, salvo cuando se hizo el silencio y pudo abandonar el jardín entre el absoluto vacío que la muerte deja.

Ni mirar quiso. Ya no hay más nada, pensó. Al final habían ganado la batalla. Después de veinte años de disputas, al Carapintada le había llegado el escarmiento por mantenerse al margen de la ley de la coca y no entrar en banderías.

Territorio abonado con sangre, como un destino atroz, pensó, mientras, esfinge griega de la pena, abandonaba la casa, olvidando quitarse los tacones y el sombrerito de la abuela Naula, que, como broma, había cogido para la fiesta.

Y la carretera la recibió con el sol del verano y el polvo de los automóviles que ignoran el dolor ajeno.

Camina despacio. Ya no tiene prisa para nada. Un horizonte plano, de camino adelante la lleva a ninguna parte. Se bifurca la carretera, lejos se ve una colina, traspasada, baja en ondulaciones suaves hacia un valle. Y sigue. Sigue.

Esa mujer más allá del dolor, más lejos de la vida, con ojos de Antígona durmiendo muertes impropias, sigue. Por la carretera. Solitaria. Polvorienta. Tan abandonadamente indiferente como su tristeza.



Alena Collar

10 comentarios:

Amando Carabias dijo...

Cinco minutos antes de la fiesta, la vida se convierte en tránsito hacia un horizonte sin destino. Muy buen relato, Alena.
Enhorabuena.

LOS OTROS MUNDOS dijo...

Alena enhorabuena por esta publicación pero sobre todo por este cuento tan bien escrito, lleno de imágenes como todos los tuyos y con una manera de contar que lo hace aún más real, he respirado polvo. El título me parece un acierto.

Abrazo doña

Isolda Wagner dijo...

Efectivamente, se respira el polvo y se oye el silencio de la muerte. Mientras leía tu relato, creí estar viendo una película. Me ha gustado mucho, Alena. Besos.

Lily dijo...

La fiesta familiar que tanto prometía y que no llegó a ser. Se huelen el polvo de la carretera y la sangre y se siente el inmenso vacío, el silencio de lo que ya no será.
Muy bien Alena. ¡Felicidades! Besos.

Angeles Fernangómez dijo...

Me ha gustado el cuento, Alena. Tiene trama, tiene fluidez, mueve emociones, ¿qué más puede pedirse?
Un beso

SUSANA BENET dijo...

Qué bien escrito, qué bien llenas el espacio con breves imágenes que contienen una gran tragedia. Besos,

luci.g dijo...

Me gusta Alena, bastante más que los relatos fantásticos y por diferentes motivos. O no. Porque me gustan las historias casi verdaderas... Sigue adelante. Tu fan de siempre o casi.
Luci

Miguel Mora dijo...

He leído tu cuento e inmediatamente se me ha venido a la mente Juan Rulfo, sin ninguna elaboración previa , de forma inconsciente. Entiendo que Rulfo ( que era excelente fotógrafo) después de escribir Pedro Páramo sintiera pereza para hacer una extensa obra ¿ qué le iba a salir mejor? Diríase que la imagen, la fotografía, le proporcionaba casi más retos que la literatura. Habla Isolda de la referencia cinematográfica. Hoy es casi imposible leer relato sin que – queramos o no – se nos vengan a la mente imágenes cinematográficas, fotográficas. Antes del cine la literatura también remitía a imágenes y forzosamente tendrían que ser oníricas, recuerdos personales; sólo plásticas para las minorías que asistían a museos y demasiado digeridas si su horizonte estético era sólo el promovido por el mecenazgo del poder eclesiástico o político. La fotografía, el cine, de alguna forma “democratizan” la imagen, la ponen al alcance de todos y dejan más libertad a la elaboración individual. Tu relato es plenamente literario y podría hacerse con él un magnífico corto cinematográfico. Es narrativa y es cine. Y es poético. Contiene la luz inigualable de México y su drama actual.
A mi no me gusta mucho esta tendencia tan exagerada actualmente de “empequeñecer” todo : las series de treinta minutos en lugar de los largometrajes, el microrelato que parece querer estimular a que todo el mundo cuente algo en cinco líneas, en lugar de la novela clásica etc. Pero Monterroso , también mejicano, dejo escrito un estupendo cuento en pocas palabras y estimula mucho más al lector que novelas de cientos de páginas, y los cortos de Buñuel “ Simón del desierto” o “ Las Hurdes tierra sin pan” valen por varias sesudas tesis doctorales.
Yo presumo de ser poco español por carecer de envidia pero hoy he sentido un cosquilleo al leerte. Parece que para ser poeta hay que tener un don, a mi leyendo recientemente “ Entreguerras” me parece imposible escribir poemas como Caballero Bonald ( él posee también, y de manera superlativa, el don de la narrativa). Pero parece que la narrativa es más asequible y está al alcance de más gente. ¡ Qué va ¡. Alena, cultiva tu don y sigue haciéndonos partícipes.

Consuelo dijo...

Me ha gustado mucho, no sé cómo lo haces, pero me transporto a la historia y casi soy capaz de visualizarla.
Felicidades.
Consuelo

Flamenco Rojo dijo...

Diferente, pero una estampa a pesar de todo.

Un beso.